
29 Ene Ana María Galé García
Ana María Gale García fue docente del Centro Formativo Otxarkoaga durante casi cuatro décadas. Estudió Magisterio por la rama de Ciencias Humanas fue profesora de EGB y se especializó también en Pedagogía Terapeútica. Tras finalizar la carrera impartió clases en el Colegio de las Ursulinas de Bilbao y tras unos años como cooperante en Bolivia recaló en la Escuela Profesional de Otxarkoaga en la que desarrolló toda su vida laboral hasta el momento de su jubilación.
EM. – Antes de situarnos en la EPO ¿Qué te llevó a Bolivia?
AG.- Estuve en Bolivia desde 1981 hasta 1983 como cooperante y fui con un contrato de trabajo para el Vicariato de Beni, en Trinidad y en la casa de las Ursulinas de Jesús de Cochabamba. Mi trabajo allí fue en enseñanza en el colegio SETON del Vicariato y también realicé labores pastorales, en centros de Madres de Cáritas, programas de alfabetización, etc…
EM. – Y a partir de tu vuelta a Euskadi empiezas en la Escuela Profesional Otxarkoaga…
AG.- Sí, en 1984 empecé a impartir clases en la EPO y para entonces ya funcionaba en la escuela la FP-1 en dos y en tres años, esta última opción se creó para facilitar la consecución del título al alumnado con más dificultades teóricas. Ya había un pequeño grupo de alumnos, que eran todos chicos, al que llamaban “El Club” y que eran aquellos chavales que no entraban en ninguna de las dos opciones formativas. Entonces los planes formativos eran la FP-1 en dos años, la FP-1 en tres años y los del B2, los de “El club”, que no cursaban Formación Profesional, pero sí hacían trabajos de taller y recibían unas clases teóricas que estaban adaptadas a su propia situación.
EM. – ¿Qué perfil tenían?
AG.- Este grupo B-2 tenía muchas dificultades para obtener una titulación, eran chicos mayores de 14 años que no habían conseguido el Graduado Escolar, que venían con un fracaso escolar importante, con muchas carencias en áreas instrumentales como lectoescritura y matemáticas básicas o que estaban desescolarizados desde hacía tiempo. Ellos solían decir, que era como un eslogan de la época: “¡yo no quiero estudiar, quiero trabajar!”.
EM. – Lo que sí transmite esta Escuela es que se ha preocupado por adaptarse siempre a lo que necesite su alumnado, ¿Consideras que es ahí donde reside su singularidad?
AG.- Sí, porque Diego Berguices ya planteó entonces la necesidad de buscar un perfil de Magisterio para atender a estos chicos que apenas habían cursado la EGB o la habían completado con graves carencias. Por aquel entonces, Juan Mari Trueba, mi marido, ya trabajaba en la EPO y me presentó al equipo del centro pensando que yo podría cubrir ese puesto. Así que, estuve un tiempo ayudando de voluntaria en el grupo, hasta que se me contrató como tutora y profesora de este grupo, el B-2.
EM. – ¿En qué contexto se ubicaba ese alumnado?
AG. – Este perfil de alumnado a lo largo del tiempo ha ido cambiando de nombre y de regulación por parte del Departamento de Educación, pero en sus inicios estaba fuera de la enseñanza reglada, eran chavales sin marco educativo, por decirlo de alguna manera, no existían, ya habían agotado su oportunidad, ya habían cumplido la edad de enseñanza obligatoria y no había nada más para ellos… Ni siquiera ir a trabajar con su familia o a las fábricas de antaño como aprendices. Eran los años en que azotaba el paro y cada vez se necesitaban puestos de mayor cualificación…Y recuerdo a Diego Berguices ¡siempre haciendo números porque la economía del centro nunca daba para todo! Ya entonces empezó a trabajar Puri Rodríguez en FP-1, que fue la primera mujer en una escuela de hombres que se encargó de las cuentas y de la parte científica de la FP… Por su parte, Diego junto a Jesús María Martínez- Txutxo- y a Heraclio Renedo no se daban nunca por vencidos, en un insistente diálogo y muchas reuniones con el Departamento de Educación en Vitoria… Así, iban consiguiendo sensibilizar a las instituciones para buscar una respuesta educativa oficial a las necesidades de este perfil de alumnado en tierra de nadie y… ¡fondos para hacerlo posible!
EM. – Se dice que la única lucha que se pierde es la que se abandona…
AG.- Sí, y así fueron llegando los sucesivos intentos de regulación de nuestros planes educativos. Así nacieron, de la mano del Gobierno Vasco, junto con otros grupos sociales en Bizkaia como Fundación Peñaskal, LanEkintza, Adsis etc.. los nuevos programas alternativos, no obligatorios, como eran la Educación Compensatoria para edades de 14 a16 años y la Iniciación Profesional para mayores de 16. Después, con la entrada en vigor de la LOGSE y al convertirse el ciclo superior de EGB (7º y 8º) en ESO (1º y 2º), se fueron extinguiendo los programas de Educación Compensatoria y éstos se convirtieron en Programas Complementarios de Escolarización, ya dentro del marco obligatorio de ESO. Los programas de Iniciación Profesional han permanecido como enseñanza postobligatoria y han ido sufriendo muchas modificaciones a lo largo del tiempo y actualmente es la denominada Formación Profesional Básica. Estos programas durante un tiempo “colgaron” de la ESO, en otro tiempo “colgaron” de la FP. ¡Siempre dependía de la filosofía de turno que buscaba dar más peso, bien a las enseñanzas básicas o a las profesionales!
EM. – Entiendo que, aunque se percibe ilusión en todo lo que transmites y que entonces proyectabais, no fue un camino fácil…
AG. -Nuestro objetivo por entonces, cuando además ya teníamos un grupo de chicas, era que salieran con la mejor preparación posible para acceder a la vida laboral con un nivel básico de enseñanza y una acreditación de auxiliar o ayudante en el nivel profesional. Las especialidades que se impartían eran Albañilería, Electricidad, Automoción, Madera, Metal, Fontanería, Servicios Sociales…
EM. – Evolucionaban los programas, pero ¿también lo hacía el alumnado y sus perspectivas de futuro?
AG. – Sí, se trataba ya de un perfil de alumnado que había evolucionado en sus expectativas, ya no quería solo trabajar, quería también sacarse el Graduado y en general, presentaba un mejor nivel educativo que años atrás. Aquí hay que reconocer la labor de la nueva Educación Primaria y Secundaria de la época que, además de ampliar la edad obligatoria, se volvió mucho más inclusiva. Ahora ya este perfil de alumnado no sólo demandaba poder acceder a la vida laboral sino tener un título de Educación Básica para seguir estudiando o para su reconocimiento social. A partir de aquí buscamos la forma de unir y articular un Programa de Iniciación Profesional con una Educación Para Adultos joven para adaptar y facilitar la obtención del Graduado en Secundaria…
EM. – ¿Cómo se fue articulando todo para que todo fuese oficial?
AG.- Ahí entra una persona, Inmaculada Cereceda que, desde la Inspección Educativa nos facilitó este encaje. Nos ayudó a diseñar un Plan de Centro, unos criterios para la evaluación inicial, una metodología diferente basada en el trabajo de taller que este alumnado realizaba, un sistema de evaluación continua etc… En resumen, un proyecto que pretendía facilitar la obtención del graduado en Secundaria a jóvenes que no lo habían conseguido en sus centros de origen y en ese momento cursaban Iniciación Profesional.
EM. – Volvemos a dar a cada pantorrilla su pantalón…
AG. – Sí. Se trataba de una segunda oportunidad para remontar el fracaso escolar del que venían. Además, en aquella época manteníamos una relación con otros colectivos que trabajaban por formar e integrar a otras personas con dificultades fuera del sistema educativo, como Proyecto Hombre, hoy Fundación Gizakia , Fundación Peñaskal, LanEkintza, Etorkintza, Sartu Bilbao etc…
EM. – ¿Hasta qué punto de implicó la Inspección de Educación?
AG. – Inmaculada Cereceda realizó un seguimiento muy cercano del trabajo de todos estos grupos, permitió y favoreció que se integraran en nuestro proyecto de Iniciación Profesional y Educación para Adultos (IP/EPA) … ¡Cada curso conseguíamos un número importante de jóvenes titulados con Graduado en Secundaria! Y con los posteriores cambios de legislación educativa se han ido regulando diferentes planes y medidas para asegurar mejores respuestas. Así llegaron los Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) que se dividieron en dos opciones: los módulos generales de taller con los que se obtenía una certificación y los módulos voluntarios con los que se daba la posibilidad de obtener Graduado ESO… Actualmente y según la última regulación, estos programas han dado paso a la Formación Profesional Básica, cuya titulación es reconocida y equivalente al Graduado ESO y que permite acceder directamente a los Ciclos de Grado Medio de la FP. Las especialidades han ido cambiando y adaptándose a la demanda laboral actual, impartiéndose Mecánica del automóvil, Carrocería, Madera y mueble, Soldadura, Informática, Peluquería y Estética, Fontanería…También a lo largo del tiempo el centro, que se ha conocido durante muchos años como Escuela Profesional de Otxarkoaga (EPO), ha tenido varios cambios en su denominación. Cuando llegó la ESO pasó a ser Centro Formativo Otxarkoaga y recientemente, al separar los dos niveles educativos su denominación oficial es Centro Formativo Otxarkoaga en el Edificio Arbolantxa y de nivel ESO y Centro Diego Berguices en el Edificio Darío de Areitio y de nivel FP.
EM. – Con todo lo que has vivido en tu vida laboral ¿hay algo que te haya dejado un poso especial?
AG.- En los tres últimos años de mi vida laboral en el centro, pasé de FP Básica al Programa Complementario de Escolarización de la ESO (PCE) y al Programa de Primera Acogida (PPA). Ha sido una experiencia totalmente positiva y trabajar con estos grupos ha sido un gran descubrimiento. Se trata de alumnado extranjero migrante, menores de edad no acompañados, recién llegados a Bizkaia, tutelados por Diputación y que se integran en nuestra ESO con un programa adaptado.
EM. – ¿Cómo es el proceso?
AG.- A medida que van llegando empieza el curso para ellos y el profesorado va conformando los grupos y el programa a su situación. El programa de Primera Acogida, PPA, se sustenta en el aprendizaje del idioma (castellano) y en una formación individualizada para conocer la sociedad de acogida. El objetivo central es que puedan integrarse en el sistema educativo lo antes posible o estar en mejores condiciones de formarse para el mundo laboral.
EM. – ¿Cómo ha sido tu relación en general con el alumnado y con el equipo de profesionales?
AG. -En nuestro centro la relación con el alumnado siempre ha sido especial. Quisiera destacar que, en mis años de trabajo, he formado parte de diferentes equipos docentes y puedo decir que siempre me he encontrado con buenos y excelentes profesionales. En mi opinión, si algo caracteriza al perfil del profesorado en general es su apuesta por el alumnado como persona, su visión integral, las expectativas de éxito y la adaptación e innovación constantes para ofrecerles mejores respuestas. Y esto va en coherencia con la frase que se atribuye a Diego Berguices desde los inicios de la EPO: “Hacer a cada pantorrilla su pantalón”.
EM. – En todos los años que has trabajado en el centro cuál consideras que ha sido el cambio más significativo que has vivido?
AG.- En mis años de docencia he vivido muchos cambios significativos como el paso de una enseñanza no reglada a un marco educativo reglado de la Iniciación Profesional. Recuerdo también, el entusiasmo que generó en el equipo una formación realizada en Madrid durante dos veranos sobre el Programa de Enriquecimiento Instrumental (PEI), y que pusimos en marcha en el centro. Estábamos convencidos de que aquel programa sobre modificabilidad cognitiva iba a cambiar los resultados académicos de nuestro alumnado. Viví la implantación de la Educación para Adultos unida a la Iniciación Profesional, la implantación de la LOGSE, que fue una ley que revolucionó las oportunidades de nuestro alumnado…
EM. – ¿Quieres mencionar a alguna persona de la que guardes un recuerdo especial?
AG.- Recuerdo a Txutxo, entonces nuestro jefe de estudios y que era un experto en legislación educativa y en procesos de mejora en materia de Calidad… Txutxo fue un referente humano y profesional para quienes tuvimos la suerte de trabajar a su lado. Recuerdo la llegada de la ESO al centro de la mano de nuestro director Heraclio Renedo… Y recuerdo a Diego Berguices, la persona que confió en mí y me dio la posibilidad de formar parte del equipo de trabajo de la EPO, en momentos difíciles con una débil economía y escasos recursos. Fue un referente para mí y siempre que me toca hablar de él tengo que hacerlo con estas palabras: sencillez, integridad, inteligencia, sabiduría, sentido del humor…Era un hombre con una profunda compasión y sentido de la justicia… Trabajar con personas, con niños/as y jóvenes en situación de desventaja social y querer cambiar algo desde la Educación, ha sido el motor de mi trabajo. A nivel humano puedo decir que la EPO para mí ha sido algo más allá de un trabajo remunerado…