ucrania-reencuentro-otxarkoaga-mouadd

Ucrania: reencuentro memorable entre hermanos

        En el contexto tan extravagante que estamos viviendo en la actualidad, tenemos una historia que contar. Se trata del viaje que uno de los integrantes del equipo de integración del Centro Formativo Otxarkoaga ha realizado a Ucrania hace 10 días.

        Mouadd Ouhda es un chico de origen marroquí. Ha sido alumno del centro y a día de hoy trabaja como mediador en la escuela. Hace 10 días se levantó con las noticias de la tele…

Cuando la realidad supera a la ficción

        Entrevistador: ¿Cómo te enteraste de lo que estaba ocurriendo?

        Mouadd: El miércoles ya se hablaba de que Rusia estaba invadiendo el país, pero no pensaba que los enfrentamientos fuesen tan graves. El jueves a la mañana ya había numerosas imágenes y vídeos en los que se veía cómo bombardeaban el país y mi hermana Fátima se encontraba en Kharkiv, ciudad próxima a la frontera con Polonia y en el que se ubica la mayor base militar de Ucrania.

        E: ¿Cómo te sentiste? ¿Te invadió la inseguridad?

        M: No podía concentrarme en nada. Acudí a trabajar como el resto de días… pero no era un día cualquiera. Pensaba constantemente en mi hermana y en lo que le podría suceder. No era capaz de concentrarme en el trabajo y opté por contar lo que estaba sucediendo.

        E: Viendo la situación, ¿qué te propuso el centro?

        M: La verdad es que sentí mucho apoyo en todo momento. Me dejaron un coche y salí esa misma tarde camino a Ucrania.

        E: Entiendo que hiciste todo el trayecto sin ninguna compañía más allá de la radio.

        M: Así es. Me paré cerca de París a descansar un rato, pero no podía dormirme. Estuve unos 50 minutos intentando conciliar el sueño hasta que arranqué el coche de nuevo y seguí con mi trayecto.

        E: Por lo que cuentas, estuviste casi 24 horas seguidas conduciendo…

        M: Sí. Mi único objetivo era llegar a la ciudad de Lviv (cerca de la frontera de Polonia) para encontrarme con mi hermana. Ella iba a ir al punto de encuentro en tren, el cual pasaba por Kiev, donde estaba el “mayor jaleo”, por definirlo de alguna forma, por lo que me encontraba realmente angustiado y hablaba con ella por teléfono constantemente.

        E: ¿Cómo entraste al país?

        M: La verdad es que no pude. Mi hermana había llegado una hora antes pero las fronteras Ucranianas estaban cerradas. Me acerqué a unos militares que custodiaban la aduana e intenté hablar con ellos mediante un traductor móvil, pero me negaron la entrada; visto esto, hice un gesto con la cartera cambiándomela de bolsillo, con el objetivo de que viesen que llevaba dinero encima.

        E: Parece ser que veías un pequeña posibilidad de entrar mediante un soborno.

M: Así es. Al principio se negaron, hasta que uno de ellos me dijo qué cantidad tenía que abonar para entrar. 2000. ¡2000€! Le dije que le ofrecía darle 500; de mientras, volví a llamar a mi hermana.

          E: ¿Qué pasó después?

          M: El militar me dio el visto bueno a la cantidad, pero, casualidades de la vida, en ese mismo instante dejaban pasar la frontera a mi hermana porque era la única mujer en la fila. Ironías de la vida, aquel hombre se quedó sin cobrar nada.

        E: ¿Cómo fue el reencuentro?

        M: No nos vimos de inmediato. Tuve que ir a buscarla a una especie de albergue provisional que habían montado para atender a la gente que estaba huyendo del país. Al llegar allí, por increíble que parezca, también vi a un primo mío que había desaparecido y que se encontró con mi hermana en la frontera. El mundo es un pañuelo…

        E: Tu primo y tu hermana, ¿qué tal estaban?

        M: Pues bastante bien. La sensación de habernos unido nos hizo olvidar todo lo demás durante unos instantes. Después, de vuelta a la realidad, nos subimos al coche para dirigirnos a Karkaw, ciudad fronteriza del sudeste de Polonia.

        E: Viendo lo movidita que fue la aventura seguro que te pasó algo más… sorpréndeme.

        M: Teníamos que parar a recargar gasolina. Paramos a repostar en la primera gasolinera que vimos; mientras nos llenaban el depósito, se nos acercó una familia (padres con su hijo pequeño) a pedir ayuda para moverse porque nos habían escuchado hablar en árabe. Cómo no podía ser de otra, se unieron a nosotros.

        E: Parece ser que cada vez se van sumando más protagonistas al viaje.

        M: No podía decirles que no. Conduje hasta Karkaw y nos pusimos a encontrar un sitio donde alojarnos aquella noche. Tenía que descansar después de más de 35 horas sin dormir y conseguimos una habitación a las 8 de la mañana. Me desperté sobre las 12 del mediodía y emprendí el viaje de vuelta a Bilbao con la compañía de mi primo y Fátima.

        E: ¿Qué pasó con la familia que recogiste en la gasolinera?

        M: Estuvimos esperando un rato en la recepción del hotel para despedirnos. No los vimos; no sabemos si seguían en el hotel o prosiguieron con su viaje. Creemos más en lo primero ya que al llegar a nuestro destino encontramos la bolsa de juguetes del crío en la parte trasera del coche. Esas cosas no se olvidan.

        E: ¿Tienes alguna forma de contactar con ellos?

        M: Por desgracia, no. En ese momento no se nos ocurrió compartir nuestros números de teléfono ni nada que nos pudiese mantener en contacto. Una auténtica pena… aunque, al menos, tengo esa bolsa como recuerdo del viaje.

        E: Muchas gracias por contarnos tu historia. Y muchas más por haber ayudado a tanta gente.

        M: En ningún momento pensé que estaba ayudando a nadie. Es más, sentía que tenía la obligación de hacerlo. Por suerte, todo ha salido bien.